Jungfraujoch, cuya pronunciación requiere entrenamiento, es seguramente uno de los lugares más altos de Europa (3.471 m) al que un humano corriente puede acceder sin necesidad de haber visto todas las temporadas de "Al filo de lo imposible". En pleno corazón de los Alpes suizos, llegar hasta aquí supone contemplar unas vistas que dejan boquiabierto a cualquiera: cumbres, nieve, hielo, roca, nubes, glaciares... y chovas piquigualdas (Pyrrhocorax graculus).
Estas aves, conocidas por morar a grandes altitudes y por sus acrobáticos vuelos, parecen tener aquí una estable población veraniega. Pero no nos engañemos, a este nivel las nieves son perpetuas e imposibilitan alimentarse con los habituales insectos, caracoles, lombrices o frutos.
En invierno las temperaturas, las nevadas y las ventiscas harán bajar a estos córvidos hasta los prados situados a menor altura, pero incluso en pleno mes de agosto no se veía a ningún otro ser vivo en movimiento por la zona. Entonces, ¿cuál es el sustento de tan inteligentes pájaros? Pues... ni más ni menos que éste:
Las chovas se pasean con sus característicos picados y remontes, haciendo cola ante los curiosos viajeros que deciden compartir parte de su "equipaje" con las aves. Cualquier migaja dispersada por la zona será aprovechada por ellas, ocupando así el nicho perteneciente a gorriones o palomas en las ciudades y pueblos. Algo curioso sin duda, que llamó la atención de mi mente "ornitológica" casi más que los espectaculares paisajes de alrededor. Es inevitable.